miércoles, 7 de abril de 2010

HACIA UN HUMANISMO LAICO



todo lo escrito en este blog, no es más que una recopilación de lecturas de escritos de diferentes épocas sobre temas de religión, historia, mitología y del pensamiento (y algo de cosecha propia).




Si quieres llegar al conocimiento de la verdad, es necesario vencer cuatro obstáculos fundamentales:
-sumisión a autoridad de bajo nivel errónea.
-influencia de las costumbres.
-prejuicio popular.
-ocultación de nuestra propia ignorancia, acompañada de la exhibición ostentosa de nuestro conocimiento.


La condición previa para una vida plena y satisfactoria sobre la tierra es que adoptemos una visión real de las cosas.
Debemos tener la actitud mental positiva que promueva la libertad de conciencia y que estimule el conocimiento, que busca establecer un estilo de vida basado en la figura del hombre como motor de progreso y del bienestar, que alienta a desarrollar un sistema ético que fomente el respeto mutuo, la comprensión y la tolerancia. Tenemos que hacer de nuestro mundo el mejor posible, y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que el que esos otros han hecho en todos estos siglos. Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el encorsetamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas hace mucho por hombres ignorantes.

Es, en definitiva, una forma de pensar que ama la vida y que rechaza el temor y el espíritu de sumisión que se esconde detrás de los dogmas y creencias de las doctrinas religiosas.

Decía un filósofo griego que todos los hombres quieren vivir con felicidad, y sin embargo, cuando desean ver con claridad qué es lo que hace feliz una vida, caminan a oscuras.
Este filósofo nacido hace 2350 años, ve a su alrededor gente ansiosa, esclava del afán de poder, temerosa de que los dioses no le concedan su buenaventura, cuidando de no haberlos ofendidos sin darse cuenta, intranquilos de que que la muerte les sorprenda y los lleve a lugares terribles y desconocidos. Se asombra de los males que los hombres se causan a sí mismos, de la corrupción, la envidia, el abandono, el desprecio de lo sensible y, sobre todo, de la irresponsabilidad que les hacía, frustración tras frustración, infelices. Y su posición fue la de optar por la libertad de rechazar lo convenido o lo impuesto por la fuerza de la tradición o de las armas.

Generalmente no nos detenemos en pensar porque creemos lo que creemos y el porqué de determinadas costumbres, pero las aceptamos sin vacilar. Usar conceptos de confección es más cómodo que cuestionarse sobre los mismos, entonces se atiene a normas establecidas por fórmulas consagradas y costumbres remanidas, sacrificando lo personal en lo gregario, porque pensar implica esfuerzo, y para evitarlo se prefiere la rigidez del dogma aceptando lo que otros pensaron, y por no pensar, se acepta como indiscutible; y así participamos de piadosas mentiras orquestadas, las que -es de reconocer- suelen ser más gratas que venderlas insulsas, naturalmente y sobre todo para quien así las necesita.