martes, 23 de marzo de 2010

FILOSOFIA EN LA ANTIGUEDAD

En lo comienzos de la historia del pensamiento, en la antiguedad griega, los conocimientos científicos eran casi nulos y los primeros sabios eran al mismo tiempo filósofos, porque, en esa época, la filosofía y las ciencias nacientes formaban un todo, ya que una era la prolongación de las otras. La filosofía, como disciplina separada de la teología comienza en la Grecia en el siglo VI a.n.e. Después de desarrollarse a través de la antiguedad, fue sumergida nuevamente por la teología cuando la Cristiandad se impone y Roma decae.

La visión del mundo de los egipcios y babilonios estaba condicionada por las doctrinas de los libros sagrados, ortodoxia cuyo mantenimiento estaba a cargo de la clase sacerdotal. Los griegos no tenían libros sagrados, pero como fuente de su vida intelectual disponían de una poesía muy singular que mantuvo, como mecanismo poético, unos poderes sobrehumanos que manejaban a los hombres como si fueran juguetes, aunque tratando como máxima seriedad las acciones y los caracteres de los humanos. Esta poesía fue compuesta, probablemente el siglo IX a.n.e. en Jonia. No es casual que en esta misma zona, tres siglos más tarde, hombres que usaban el mismo idioma realizasen el primer esfuerzo para explicar la naturaleza sin invocar la ayuda de poderes sobrenaturales (Tales, Anaximandro, Anáxagoras, Democrito, etc.)
La ausencia de escrituras sagradas y de una casta sacerdotal encargada de mantener la ortodoxia, descargó a los griegos, de las gravosísimas hipotecas intelectuales del monoteismo judeocristiano, y convertían al politeísmo helénico en una religiosidad sumamente precaria que solo funcionó estrechamente vinculada al estado-ciudad (polis).
De ahí que cualquier novedad que no se produjera en el campo del pensamiento no chocaba, en principio, con ninguna ideología religiosa intransigente.

La concepción helénica de la natualeza es de la mayor importancia para la comprensión de la religión y del pensamiento de los griegos. No hay en sus concepciones ninguna contradicción entre la naturaleza y lo divino -contradicción que existe en el monoteísmo judeocristiano-, sino que la naturaleza misma es divina.
El griego no conoce más que una transición a partir del "caos", estado aún desordenado de los elementos, hacia un orden universal, el cosmos. También los dioses son intramundanales y pertenecen a ese mundo ordenado dividido en los tres pisos del Hades, la Tierra y el Cielo.

Históricamente conocemos la especulación mítica de los griegos a partir de los textos del siglo VIII a.n.e., es decir, los poemas de Homero -Iliada y Odisea- y los de Hesiódo -Trabajos y días y Teogonía-, a más de un puñado de fragmentos y noticias sobre otros poemas contemporáneos, hoy perdidos para nosotros. La tradición mítica es sin embargo anterior, e incluso sabemos que en Mesopotamia y otros países del Próximo Oriente se narraban mitos en fecha mucho más antigua, que han influido sobre los autores griegos.
En la evolución del pensamiento griego, el interés de autores como Hesiódo por organizar los mitos, forzándolos en ocasiones hasta el extremo de convertirlos en una pura alegoría, encubre un pensamiento ya muy próximo al racional. Detrás de su catálogo de dioses y mitos se haya el esfuerzo por especular sobre el orígen del mundo.
Para los pensadores jonios de los siglos VII-VI a.n.e., la cuestión es para ellos saber qué es la Naturaleza, de que se componen las cosas, qué es la substancia original que suyace en todos los cambios del mundo que conocemos. Quisieron saber, entre otras cosas, si hay dioses, si su existencia seguía siendo algo más que meramente protocolaria, si vale la pena ocuparse de ellos.

"de los dioses no conocemos nada, ni bueno ni malo", escribía el jonio Mimnermo (siglo VII a.n.e.)

La configuración civica de la polis y su destino tuvieron una influencia probablemente decisiva para la eclosión "racionalista" del pensamiento griego. El elenco politeísta fue muy pronto objeto de una critica moral de extrema audacia cargada de satíricas resonancias desconocidas hasta entonces en las culturas antiguas.
Jenófones de Colofón (570-480) poeta religioso, considerado como fundador de la teología filosófica, se lamenta de la irreverencia de la Iliada. En esta obra, Homero emancipó al hombre de la tiranía de los dioses, a los que había temido desde los orígenes de la especia, de su propio futuro.
Jenófones criticó a los dioses de la mitología griega porque estaban cortados en un patrón humano, pareciédole demasiado a los hombres. Se burló de Hesiodo y Homero por cuanto, según él, habían transferido a los dioses los peores atributos de los hombres, y propuso sustituir esta conceoción tradicional por la idea de un dios único, indivisible, de naturaleza radicalmente distinta a la humana iniciándose una revisión teista; el mundo es uno y esa unidad es Dios que existe en todas las cosas.

La misma época que vio caer la antigua religión como víctima de la crítica y perder su poder de control, es también la época de procesos religiosos notorios. Los encartados en estos procesos no eran acusados de falsa doctrina sino de ofensas a las prácticas del culto. Una ofensa al culto era punible porque atraía la cólera de los dioses no solo contra el culpable, sino sobre todo el pueblo, a menos que este último expiase el pecado castigándolo. Protágoras (481?-411 a.C.) fue desterrado de Atenas y sus escritos fueron quemados públicamente, porque en uno de sus libros dice ”respecto de los dioses, no poseo medio alguno para conocer si existen o no, porque hay muchos obstáculos para tal conocimiento, la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida humana”
Inicialmente, esta observación está redactada muy cautelosamente. Eurípides (480-406 a.C), que puso mucho más enfáticas expresiones en boca de sus personajes, no fue molestado. Protágoras cayó víctima de la mala voluntad general suscitada por las prácticas racionalistas de los sofistas.

Platón se lamenta en Las Leyes, de que haya gentes que piensan que los dioses son artificios humanos, que no existen en la naturaleza sino solo en las costumbres y en la ley”.
La época helenística o alejandrina presenció el desarraigo ideológico de la polis y la reconstrucción de filosofías centradas en la prioridad del individuo sobre las tradiciones comunitarias de carácter mitíco-religioso. Escépticos, cínicos, estoicos y epicúreos ofrecen diversos materiales para taponar las brechas irreparables de las dos filosofías dominantes: platonismo y aristotelismo.

El estoicismo se orientó hacia una cosmovisión declaradamente panteísta y representó la ideología básica de la pax romana durante cuatro o cinco siglos, también puede afirmarse que la segunda mitad del siglo IV a.C. en la sociedad helenística estuvo dominada, al menos en importantes élites ilustradas, por la figura de Epicuro en cuanto gran adversario intelectual de la última gran ideología pagana del orden establecido -es decir-, del estoicismo en cuanto filosofía hondamente saturada de religiosidad.
Impermeable a las pretensiones de la religión, el epicureismo culmina, por su radicalismo y coherencia, el proceso de descalificación teórica y práctica de la religión como supuesta verdad del mundo y como camino hacia la felicidad.
La filosofía de Epicuro siguió ejerciendo influencia durante los quinientos años siguientes y solo había de extinguirse de forma gradual a causa de la hostilidad de los bárbaros y de los cristianos durante la decadencia del Imperio romano en Occidente.

El escepticismo, en su amplia gama, relega la disputa religiosa a un lugar más bien marginal. Niega al entendimiento humano la posibilidad de poseer con certeza una verdad de orden general y especulativo.
El cínico es un ateo explícito o inconfesado que suele exhibir, por razones teóricas o prácticas, una actitud agnóstica, es decir, el cinismo representó un acratismo ideológico sin proyección política y de vocación marginal.

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